Parecía que este invierno iba a pasar como un largo otoño. Sin embargo, el frío ha llegado y con fuerza, especialmente en esta semana que estamos a punto de concluir. Y ya se sabe que cuando los termómetros bajan, los resfriados y las gripes aumentan. Los constantes cambios de calor a frío, de lugares cerrados a abiertos, acaban debilitando nuestro sistema inmune. Estornudos, tos y congestión nasal últimamente son el pan de cada día. Son los típicos síntomas del resfriado común, que no comporta mayor gravedad. Pero si este cuadro clínico además se presenta con fiebre por encima de los 38 grados y dolor muscular, posiblemente se trate de la gripe. Es uno de los principales problemas de salud en esta época invernal. Es, además, muy contagiosa. La gripe pasa de una persona a otra por la secreción respiratoria, las pequeñas gotas de saliva que se desprenden al estornudar o toser. Se calcula que cada afectado contagiará a su vez a una o dos personas. Lo que acontece este año se sitúa dentro de lo que se considera normal, siguiendo líneas muy parecidas a las del invierno pasado. Esta semana hemos entrado en situación de epidemia, con más de 154 casos por cada 100.000 habitantes (al cierre de la edición), niveles que se irán incrementando y que experimentarán la mayor subida a partir de aproximadamente la tercera semana de febrero, según prevé el epidemiólogo del hospital Clínic de Barcelona Antoni Trilla.
El virus de la gripe, conocido como influenza, varía su composición antigénica cada año. Por ello, el director del servicio de medicina interna de la Clínica Sagrada Familia de Barcelona, Lluís Asmarats, explica que se debe revisar y actualizar la vacuna antigripal de forma anual, reformulándose en base a las cepas de virus circulantes la temporada previa. Por este motivo los especialistas aconsejan a la población con más riesgo vacunarse cada temporada, principalmente pacientes con enfermedades crónicas, personas que residen en centros cerrados (guarderías, colegios, cuarteles, residencias de ancianos), embarazadas, niños de más de seis meses y mayores de 60 años. Asimismo, a las personas que estén en contacto con ellos también se les recomienda vacunación. No obstante, ya es tarde para vacunarse para las cepas de este año, pues para que la vacuna sea efectiva y responda ante el virus requiere un proceso, aclara el especialista en farmacología clínica y director médico de laboratorios Ferrer, Emili Gil. De todas formas, recuerda Trilla, los virus que circulan este año son muy parecidos a los del invierno pasado, de manera que las personas que se vacunaron la anterior temporada gozan de cierta protección este 2013. La composición de la vacuna se decide entre enero y febrero y tiene que estar en los centros de asistencia primaria y hospitales en octubre.
Cada año circulan dos tipos de virus de la gripe A, más uno de la gripe B. Clínicamente no se pueden diferenciar. El B es humano, no afecta a animales y se mantiene siempre muy estable a lo largo del tiempo. En cambio, el virus A varía notablemente. Está ampliamente distribuido en la naturaleza, puede infectar a animales y humanos y ha sido responsable de diversas pandemias. Los virus que circulan este año son el A H1N1, el famoso virus de la pandemia de 2009, el A H3N2, que hace años que circula, y un tipo del B, explica Trilla.
La gripe tiene un periodo de incubación de uno a dos días y, en la mayoría de casos, acaba curándose sola sin necesidad de tratamiento. Prevenirla, asegura Gil, no es fácil, ya que, por el estilo de vida que llevamos, pasamos mucho tiempo en lugares cerrados donde confluyen los virus y, por tanto, continuamente estamos en contacto. De todas formas, se pueden seguir ciertas pautas de higiene para extremar las precauciones. Siempre recomendamos lavarse con frecuencia las manos con agua y jabón, taparse la boca al toser o estornudar y ventilar las estancias, añade Asmarats. Además, la alimentación también puede jugar un papel importante en la prevención. El zinc, el selenio, los betacarotenos y las vitaminas A, C y E ayudan a aumentar nuestras defensas. Asimismo, el consumo de probióticos en personas mayores y ciertas plantas medicinales pueden hacer triplicar la eficacia del sistema inmunitario en la defensa frente a organismos infecciosos.
Su tratamiento se centra en paliar los molestos síntomas con anticongestivos, antitusígenos y antitérmicos. También es importante hidratarse con frecuencia. Beber leche caliente ayuda a calmar la garganta y además alimenta, el zumo de naranja aporta vitamina C y el agua es esencial, recuerda Gil. El uso de fármacos antivirales se limita a determinadas circunstancias. En caso de fiebre alta persistente, aparición de dolor torácico, taquicardia, o dificultad respiratoria se debe acudir al médico porque, aunque la gripe suele ser una patología sin riesgo, en algunos casos se comporta de forma más agresiva. Las complicaciones más comunes son neumonías o bronquitis, especialmente en personas con enfermedades de base.
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