La alergia genera una respuesta exagerada que en el peor de los casos puede llegar incluso a ser mortal
Érase una vez un niño que no podía comer melocotones. Es más, no podía tocarlos ni olerlos porque, de hacerlo, las consecuencias serían terribles. Aunque pudiera parecer la historia de un malvado hechizo sacado de un cuento, es la realidad de cada vez más personas con alergias alimentarias. Con frecuencia se confunden los términos de intolerancia y alergia. Si bien son conceptos parecidos, pocos conocen sus diferencias. Pero las hay, y son de vital importancia. Ambas patologías hacen que una persona tenga una reacción adversa frente a determinados alimentos. Pero mientras que la intolerancia se debe a un déficit de enzimas, la alergia afecta al sistema inmunitario. Ante una intolerancia a un alimento, al ingerirlo el organismo impide su adecuada metabolización, lo que provoca malestar, náuseas, gases o diarreas entre otros síntomas. La lactosa es la más frecuente. En cambio, la alergia activa la inmunoglobulina E y genera una respuesta exagerada que, en el peor de los casos, puede llegar a ser mortal. Se calcula que en España hay más de 3 millones de personas con alguno de estos problemas.
Frutas, legumbres, huevos y pescado son algunos de los alimentos más alergénicos. La sensibilidad del paciente modulará su respuesta. Ésta, no se genera únicamente con la ingesta, de hecho, puede producirse únicamente con el contacto o, incluso, por inhalación. “Si el paciente es muy sensible, con un simple beso de alguien que haya ingerido el alérgeno puede causarle una reacción”, aclara Alfons Malet, responsable del servicio de alergia del Hospital de Nens de Barcelona. La alergia puede ser total o selectiva. Es decir, se puede ser alérgico a los frutos secos o únicamente a los cacahuetes. El pescado es el alimento que más afecta por inhalación. “La mucosa nasal, que trabaja como filtro para que el aire llegue limpio a los pulmones, en una persona muy sensible es más receptora de partículas, lo que provocan una reacción al inhalar determinados alimentos”, añade este especialista. Entre las frutas, las rosáceas son las que generan más alergias, especialmente el melocotón (o la piel de éste). Manzana, ciruelas o cerezas también encabezan la lista. Desde hace tres o cuatro años existe una vacuna para la alergia al melocotón. Entre las legumbres, las lentejas son las que más sensibilizaciones producen.
El primer síntoma es el rechazo del organismo, el vómito. Posteriormente la boca se pone roja y ligeramente inflamada. Estos síntomas a veces pueden ir acompañados de sensación de palpitaciones, mareo o dificultad para respirar. La reacción más grave es la anafilaxia. Es una respuesta generalizada y potencialmente mortal si afecta a la glotis. Por ello, ante cualquier síntoma se debe actuar con la mayor rapidez posible. Según apunta el especialista Malet, “los casos de anafilaxia se producen casi siempre tras comer en un restaurante. Por eso, los pacientes con anafilaxias alimentarias siempre deben llevar adrenalina a mano para casos de emergencia”. En cualquier caso, se debe acudir a urgencias de forma inmediata.
Algunas personas con mucha sensibilidad pueden llegar a ser alérgicas a más de un alimento. El único tratamiento efectivo de la alergia alimentaria es eliminar completamente el alérgeno de la dieta. Es importante dar pautas básicas tanto al paciente como a su entorno ya que, como explica Malet, “no sólo deben modificar sus hábitos alimentarios, estas personas necesitan, incluso, sus propios utensilios de cocina para evitar el contacto con el alérgeno”. Aunque la alergia es una afectación crónica, es decir, de por vida, es común que durante los primeros años de vida se descubra una sensibilidad a las proteínas de la leche o el huevo y que en la mayoría de casos desaparezca. Entre los dos y los tres años aproximadamente el 85% de los niños ya las toleran.
Se prevé que en dos décadas el 50% de la población tenga alguna patología alérgica, la alimentaria puede llegar a afectar al 10%. Existen dos teorías que explican este aumento de casos. Por un lado, se ha visto que la polución provoca más procesos alérgicos. Está demostrado que hay más casos de alergias en ciudades que en zonas rurales. Por otro lado, la teoría higienista defiende que el exceso de limpieza al que estamos expuestos debilita los estímulos al sistema inmunológico, que es el encargado de activarse para defender al cuerpo ante una infección.