Modificar la hora en la que se come puede ser un factor clave para la prevención de la diabetes, pues la secreción de insulina por el páncreas no es la misma por la mañana que por la noche
Pequeñas modificaciones en los horarios de las comidas podrían tener importantes implicaciones en la prevención y el manejo de la diabetes. El ser humano cuenta con un reloj biológico central que pone en hora nuestro cuerpo, lo que implica que la función de los órganos cambie a lo largo del día. En relación a la diabetes, se ha evidenciado que la secreción de insulina por parte del páncreas no es la misma por la mañana que por la noche, y que la sensibilidad de nuestras células y tejidos a la acción de la insulina varía a lo largo del día.
Estos hallazgos, que pueden tener importantes implicaciones en la prevención y control de la diabetes, son fruto de la línea de investigación que está siguiendo el grupo de la especialista Marta Garaulet, nutricionista conocida nacional e internacionalmente por su investigación en cronobiología y obesidad.
Cronobiología y diabetes
Su grupo de investigación en la Universidad de Murcia ha demostrado por primera vez que los humanos tenemos un reloj biológico en nuestro tejido adiposo, en nuestra grasa corporal, que es capaz de funcionar de manera independiente de nuestro reloj central situado en el hipotálamo.
En relación con la diabetes, recientemente han publicado un trabajo que muestra como la sensibilidad a la insulina por parte de las células del tejido adiposo cambia a lo largo del día, siendo mucho mayor a las 12 del mediodía que a las 12 de la noche. “Esto conlleva que la intolerancia que presentamos a los carbohidratos y a los azúcares va a variar en función de la hora, siendo mucho mayor por la mañana”, asegura Garaulet; por lo tanto, “la hora de la comida va a ser un factor clave en la prevención de la diabetes”, advierte la catedrática de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición en la Universidad de Murcia.
En esta misma línea de investigación, el equipo de la experta Garaulet ha confirmado que si cenamos cerca de la hora de ir a la cama, se potenciará la presencia de dos hormonas que no funcionan bien juntas: la melatonina y la insulina. Desde el punto de vista de la diabetes, esto es especialmente importante, ya que en presencia de melatonina disminuye la tolerancia a la glucosa, y esto sucede principalmente en aquellos sujetos (que constituyen un 51% de la población española) portadores de una variante génica en el receptor de melatonina.
Junto a esto, y como informa Marta Garaulet, hay otros factores que relacionan la cronobiología y la diabetes, como la presencia de ciertas variantes génicas en un gen reloj (el criptocromo), que marca también nuestras horas. Según destaca, “un 31% de la población presenta una variante del gen criptocromo que es menos eficaz, y son ellos precisamente los que deben cuidar más la cantidad de carbohidratos que toman si quieren prevenir la resistencia a la insulina y la presumible aparición posterior de la diabetes”.

Implicaciones clínicas
A partir de estos conocimientos es posible incluso fijar medidas preventivas y terapéuticas en diabetes que sean más eficaces, gracias a mejor regulación del ritmo circadiano. Como aconseja la especialista, “mediante el orden y la organización de horarios de sueño, actividad física, horarios de comida y de luz, podremos mejorar los ritmos circadianos y hacer al individuo más saludable”; como otro consejo práctico para ayudar a prevenir o controlar la diabetes, se recomienda “tomar los carbohidratos por la mañana, y alejarlos de la hora del sueño, sobre todo en personas con riesgo genético”, apunta la catedrática de la Universidad de Murcia.
Obesidad y diabetes, amistades peligrosas
En general, en los últimos años se ha logrado demostrar que alteraciones en los ritmos de ingesta de alimentos, de temperatura y de actividad se asocian con la aparición de importantes alteraciones metabólicas, como son el incremento de la resistencia a la insulina, el aumento de lípidos plasmáticos o un mayor grado de obesidad lo que, en definitiva, “da lugar a un mayor riesgo de padecer diabetes, sentencia Garaulet.
Y es que la conexión entre obesidad y diabetes es clara y directa. La diabetes es una enfermedad asociada a fallos en la acción de la insulina, mientras que la obesidad (entendida como un exceso de grasa corporal) produce por sí misma fallos en esta hormona, que comienzan con una resistencia a la acción de la insulina y pueden acabar con déficits en la secreción de insulina por parte del páncreas. En este sentido, recuerda Marta Garaulet, “revertir la obesidad implica, en la mayoría de los casos, una mejora de  la sensibilidad de nuestras células a la acción de la insulina y, por tanto, conlleva una disminución del riesgo de padecer diabetes”.