En los últimos 25 años ha habido más casos de cáncer de piel que la suma de todos los de mama, próstata, pulmón y colon. El melanoma es el más agresivo de todos los tumores de la epidermis. Su aparición está relacionada directamente con el sol. Si la protección es importante en los adultos, mucho más lo ha de ser en niños pues la piel es más sensible y fina, y el manto hidrolipídico, su capacidad de producir melanina o su sistema inmunológico, no es igual de fuerte. Son el grupo poblacional en el que más debe extremarse la fotoprotección. En la edad adulta se reflejará el sol acumulado durante la infancia en forma de envejecimiento precoz, manchas o, en el peor de los casos, cáncer de piel.
La quemadura solar es una de las reacciones inmediatas que puede provocar la exposición solar incontrolada que, en función del grado de exposición, tendrá diferentes consecuencias. “Es un indicador de daño a largo plazo ya que se ha demostrado que existe una mayor incidencia de cáncer de piel en personas que se han quemado muchas veces, especialmente durante la infancia”, advierte Antonio Campo, dermatólogo del hospital Clínic de Barcelona.
La piel del bebé es especialmente frágil ya que hasta aproximadamente los ocho o nueve años no acaba de madurar. “La capa superficial es más fina que la del adulto y se encuentra en pleno desarrollo inmunitario, por lo que es más vulnerable”, explica Eulalia Baselga, jefe clínico de la unidad de dermatología pediátrica del hospital de Sant Pau de Barcelona. Por ello es importante adoptar las máximas cautelas ante la exposición a los rayos solares de los pequeños. A partir de los dos años es fundamental una correcta protección solar. A estas edades ya empiezan a exponerse muchas horas al sol, por ello es esencial utilizar filtros adecuados y evitar la exposición en las horas de mayor radiación ultravioleta, entre las 12h y las 16h. “Es imprescindible utilizar cremas con factores de protección 50”, apunta Campo. Para que ésta sea óptima, las cremas con multi-protector celular XTM activan los sistemas de defensa y reparación para evitar lesiones a corto y largo plazo.
Los rayos ultravioletas pueden alcanzar la piel humana también indirectamente y según donde estemos, el reflejo del sol puede ser mayor o menor. Mientras que en la arena de la playa éste es de entre un 15 a un 25%, en la montaña es menor, de un 10%. Por ello, se debe tener en cuenta que la protección siempre debe ser algo superior si vamos a la playa que a la montaña.
Además, es importante ir aplicándola de vez en cuando, sobre todo tras bañarse. A pesar de que pueden ser resistentes al agua, al secarnos con la toalla podemos disminuir la protección como consecuencia de la acción de contacto del textil con la piel. En el caso de la montaña hay que tener en cuenta que podemos sudar y también puede bajar la protección. Asimismo, debe aplicarse siempre antes de salir de casa y por todo el cuerpo sin olvidarse orejas, labios o pies, por ejemplo.
Para los niños conviene optar por cremas de alta protección, de absorción instantánea, y muy resistentes al agua. Las hay que se absorben incluso con la piel mojada. Puesto que los pequeños tienen una piel más sensible, se recomienda usar aquellos protectores que no contengan parabenos ni conservantes. Además, los niños están en continuo movimiento, por lo que pueden resultar muy útiles las alternativas en espray, que proporcionan una sensación ligera y refrescante.