La creciente preocupación de la sociedad por mantenerse en forma es evidente. Cada vez es más raro encontrar adultos que no realizan ninguna actividad deportiva de manera habitual. Esta actitud es definitivamente beneficiosa para la salud como ya han demostrado numerosos estudios. Esta preocupación por la estética a veces se transforma en obsesión. Pero existen límites en la puesta en escena de esta actividad física. Y esos límites están marcados por una palabra: sobreentrenamiento. Lo que en principio es una actividad deseable desde el punto de vista médico, movidos por un exceso de celo o por un desconocimiento de nuestras capacidades, puede transformarse en un problema de salud y conducir a lesiones. Muchas veces nuestro organismo no es capaz de hacer todo lo que quisiéramos y casi siempre no pedimos asesoramiento sobre la cantidad y tipo de ejercicio adecuado a nuestra edad y a nuestros antecedentes. Mucho ejercicio no es sinónimo de calidad ni ofrece mejores resultados para nuestra salud.
El denominado síndrome de sobreentrenamiento es un proceso complejo derivado de una mala adaptación al ejercicio físico, generalmente por exceso aunque también por la calidad del mismo. Se debe fundamentalmente a un desequilibrio entre ejercicio y descanso, a diferencia del agotamiento que se deriva de la sobrecarga mental. La recuperación es un proceso por el cual se restablecen las condiciones fisiológicas del organismo alteradas por el ejercicio. Prácticamente todos los médicos consideran que una adecuada hidratación y nutrición, el descanso físico, y el sueño son factores clave en el proceso de recuperación. A estos elementos se pueden añadir otros de indudable importancia: relajación mental y masaje de los tejidos blandos. El sobreentrenamiento se caracteriza porque se produce un empeoramiento del rendimiento a pesar de seguir entrenando. Constituye un signo de alerta el hecho de que se manifieste bajo rendimiento prolongado a pesar del ejercicio mantenido. Su identificación corresponde a lo médicos deportivos, pues en el mismo interviene la experiencia del facultativo dado que los síntomas son inespecíficos y a veces contrapuestos. Generalmente se manifiesta con la aparición de apatía o irritabilidad, fata de atención, disminución del rendimiento físico, alteraciones del sueño, sensación de cansancio, pesadez muscular y dolores osteoarticulares y musculares menores y variaciones en la frecuencia cardiaca en reposo.
En la producción de este síndrome de sobreentrenamiento contribuyen el descanso insuficiente, el estrés, la ansiedad, exceso de trabajo físico o intelectual, alimentación desequilibrada y la mala hidratación. Como puede verse, determinadas circunstancias asociadas a un exceso de actividad deportiva y/o falta del adecuado descanso pueden conducir a la aparición de estos síntomas que traducen un sobreentrenamiento. Una vez instaurado el síndrome comienzan a manifestarse sus consecuencias que incluyen depresión, alteraciones digestivas, cambios hormonales y la aparición de lesiones. La aparición de este síndrome es independiente del tipo de ejercicio que hagamos y del nivel físico que tengamos. Tiene más influencia el propio ejercicio realizado de forma no controlada. No todo el mundo está preparado para un tipo de ejercicio, para una determinada intensidad ni lo está independientemente de la edad o sus características psicofísicas. El consejo especializado es fundamental para no llegar a este síndrome.
El mejor tratamiento es la prevención, como sucede en todas las enfermedades. En primer lugar recomendaría el control periódico de las personas que hacen ejercicio regularmente tanto por un preparador físico que diese las pautas de ejercicio y descanso como de un especialista en medicina deportiva. Mantener una dieta variada y equilibrada que incluya hidratos de carbono complejos de liberación lenta (legumbres, pasta, arroz, pan), grasas especialmente en forma de pescados azules y aceite de oliva y proteínas. No debe olvidarse la fibra y los micronutrientes (minerales y vitaminas) presentes sobre todo en frutas y verduras. Y por supuesto una hidratación adecuada. Mantener los ritmos de descanso marcados por el preparador o el médico así como la progresión en el entreno y regular el sueño diario. El entrenamiento debe ser individualizado siempre. Controlar nuestras constantes de frecuencia cardiaca, intensidad y duración del ejercicio y la tensión arterial. Controlar el entorno en lo relacionado a estrés, la ansiedad y el exceso de trabajo, inclusive solicitando ayuda profesional si fuera necesario. Muy importante es aprender a parar. El organismo produce señales de aviso que no hemos de desoír (mareos, fatiga, dolor), Parar ante estos síntomas es una eficaz medida y más vale perder un día de actividad física que entrar en un sobreentremaniento.
En una palabra: reeducarnos. Como indicaba al principio, el ejercicio es deseable y contribuye al bienestar físico y psíquico, mejorando nuestra calidad de vida. Pero el ejercicio desordenado y sin control, es causa de problemas para la salud física y psíquica, y además es una fuente de lesiones.
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